Anecdotario de un librero en el Carrer de la Verge

Entonces me mudé a la casa de mis amigos y me quedé allí seis meses. O más.

Cuando nuestra librería era todavía un local en remodelación, Raquel y Xavi, del Departure, nos dieron casa en sus mesas para que nosotros pudiéramos trabajar. La obra avanzaba rápido y entre cafés elegimos azulejos, los colores de la librería, pequeñas escaleras, los libros del catálogo infanto juvenil: Eloísa y los bichos, Nosotros dos, Animales argentinos, Costuras.

Cuando necesitamos un cartel para la fachada, Iván, nuestro vecino de Despistarte, nos fabricó en madera nuestra marca circular. Carol, de Lukumás, nos alimentó con sus dónuts glaseadas, azucaradas recubiertas de chocolate, crema, crema de caramelo, crema de limón, chocolate con avellanas, mermelada de frutilla, albaricoque, frambuesa o con cobertura de queso crema.

Vecino, espejo de un reflejo distorsionado, vecino lo abrazo con estos ojos ilusionados, mirémonos bien de frente no de costado, yo soy aquel, que no soy yo, que no soy yo.

Pronto nos dimos cuenta de que en esta calle con cabeza de arco y pies de esquina existía todo lo que Lata Peinada necesitaba.