Anecdotario de un librero en el Carrer de la Verge

En una fábrica abandonada en las afueras de Barcelona, un equipo de científicos y medio equipo de médicos cirujanos antiestéticos contratados por nosotros, se encuentran en pleno desarrollo de un frankenstein de escritores latinoamericanos de todos los tiempos al que hemos denominado Latinstein.

Aún no podemos revelar demasiados detalles acerca de este monstruo literario, pero sí podemos adelantarles algunas cosas: tendrá la altura de Cortázar, obvio, dos metros, más o menos; la voz gastada y de nacionalidad indescifrable de Roberto Bolaño; el rostro carismático de Nicanor Parra y los pies de Vallejo.

No crean que hemos tomado estas decisiones a la ligera. Cada parte del cuerpo ha sido sometido a votación por el equipo de Lata Peinada y nuestros veintiséis clientes más importantes, aunque no tenemos preferidos y los queremos a todos por igual.

El problema es que diez de trece clientas han votado por el rostro de Beckett, y si bien es cierto que el tipo era guapo, eso no puede ser. Por lo tanto, los dueños y el conglomerado multinacional paquete accionario de acciones en bolsa que dirige esta flamante corporación ha decidido hacerse cargo de la elección de cada pieza del proyecto.

Yo, por ejemplo, he dicho: ¡las manos de Perón! Pero los accionistas no me dejaron. Malditos cuervos. Está bien, les contesté, entonces ¡las manos de Juan Rulfo! ¿Por qué las de Rulfo?, me preguntaron. Porque escribió la mejor novela jamás escrita en castellano y esta no me la van a tirar para atrás. Aceptaron. Vázquez dijo: la cara de Parra pero con la cabeza de Zurita, y me pareció un acierto. También dijo: vamos a crear a la novia de Latinstein, aunque habrá que ver si una vez que ella abra los ojos querrá llevarlo a tomar una birra al gótico o salir corriendo. Pero todo esto es pura estética. Lo que verdaderamente importa es el porqué de esta creación.

¿Quién dijo que vamos a mandar al monstruo a atacar a los libreros de Laie o La Casa del Llibre? No, no, de ninguna manera. Desmiento ya mismo este rumor. Tampoco es nuestra intención que Latinstein vaya en busca de aquellos que pasaron por alguna de nuestras dos sucursales y no volvieron.

Latinstein ayudará en la librería reponiendo libros, ordenando anaqueles, conversará con los autores en las presentaciones de libros, siempre y cuando sean presenciales, no lo veo bien para lo virtual, le leerá cuentos a los niños y podrá servir vino y cerveza si el Ayuntamiento de Barcelona se digna a darnos la habilitación para vender alcohol en nuestro local. Y si no, politics, entrega a domicilio a cargo del futuro miembro de nuestro staff. (Yo hubiera dicho equipo. No quería cerrar con esta palabra. Pero los del conglomerado multinacional paquete accionario de acciones en bolsa hablan así). Qué va a hacer.