Reseña “La mitad fantasma” de Alan Pauls

Después de la conversación con el autor -disponible en nuestro canal de YouTube- Paula Vázquez reseña La mitad fantasma, la nueva novela de Alan Pauls publicada por Literatura Random House, que cierra el arco iniciado con El pudor del pornógrafo.

 

por Paula Vázquez

 

Savoy tiene cincuenta años, vive solo y le gusta visitar casas en alquiler. No lo hace porque necesita mudarse sino para ver qué produce ese breve encuentro con otra forma de intimidad. También disfruta de comprar objetos absurdos en tiendas online, sólo para atravesar barrios desconocidos y descubrir qué tipo de individuo es quien decide vender un hamster disecado sobre un pedestal. A Savoy lo define cierto “goce del roce”, una aproximación furtiva a los bordes de esas vidas ajenas, pero no posee el ánimo del voyeur sino, acaso, el del coleccionista: atesora los “pequeños desprendimientos de vidas que se abren frente a él como flores desconocidas”.

Carla tiene veinte años menos y se dedica al house sitting: viaja por el mundo cuidando casas. Es un intercambio en el que no hay dinero, ella no paga por alojamiento y quienes necesitan ausentarse de sus casas no le pagan por regar sus plantas o alimentar a sus mascotas. Carla y Savoy se conocen y pasan cinco semanas juntos. Luego Carla viaja hacia el siguiente destino. A partir de entonces mantienen una relación a distancia, a través de Skype.

Savoy, en los albores del enamoramiento y educado en la cultura de la sospecha, pronto se convierte en un detective a tiempo completo: el lugar en el que se posa la mirada de Carla mientras le habla, el fondo de azulejos contra el que apoya su cabeza, la inscripción en la almohada del hotel que se ve en un margen, en la pantalla todo se convierte en una señal a develar.

El anacronismo, un elemento mayor tanto en la ficción como en la obra ensayística de Pauls, es el centro tonal de La mitad fantasma. Savoy es un ser inactual: se aferra a su teléfono que sólo sirve para realizar y recibir llamadas, no comprende la vida móvil, desenraizada, de Carla. La relación entre ambos sufre el desfasaje propio de la distancia: viven en husos horarios distintos, en climas distintos, hablan lenguajes distintos. Savoy necesita someter todo al diálogo, acordar horarios para comunicarse, Carla actúa: en vez de hablar le hace regalos, lo llama de forma imprevista o falta a las citas acordadas.

En la literatura, la indagación sobre las condiciones materiales no es asunto usual. Los diarios de Warhol o de Piglia, la novela luminosa de Levrero, el reciente Diario del dinero, de Rosario Bléfari o Clavícula, de la escritora española Marta Sanz, son algunos antecedentes de libros en los que se analiza la relación del arte con sus condiciones de producción. Sin embargo, para Pauls el dinero siempre ha sido un tema destacado. En La mitad fantasma aparece desde las primeras páginas: se trazan las coordenadas del lugar de Savoy en el mundo a través de su carácter de inquilino o propietario, una de las características de Carla es su casi nula relación con el dinero físico, se registran los precios de las cosas que compra Savoy en las tiendas online, algo que, dice Pauls, tenía ganas de hacer desde Historia del dinero. Además, hay dos apartados o pequeños capítulos que, bajo el título de primer don y segundo don, contienen el registro de los regalos que Carla le hace a Savoy, junto a su valor expresado en pesos argentinos. A pesar de lo reciente de la novela, esos precios ya representan otra forma de expresión del anacronismo. Esos “dones” -todo regalo es un regalo envenenado, dirá Pauls- representan puntos de giro, y a partir de entonces Savoy se ve arrojado a una transformación.

Pauls escribió esta novela en Berlín, ciudad a la que viajó gracias a la beca DAAD y, según cuenta, el efecto de ese tiempo dedicado exclusivamente a la escritura hizo que la novela fluyera más rápido, no como las aireanas fugas hacia delante pero tal vez “como un grifo que se abre.” Que escribió más concentrado, dice. El efecto de lectura es, precisamente, el de una novela de concentración de los temas y el tono que acompañan a Pauls desde su debut: los malos entendidos del amor, el efecto del dinero, el anacronismo, frases largas, incisas, paréntesis, el foco puesto en el universo propio de los personajes, en los sentimientos o las emociones más que en los hechos, un manifiesto a favor de otorgarle al mundo interno de los personajes el mismo instituto de realidad de los hechos.

En esa reunión de elementos, La mitad fantasma y quizás toda su obra pueda situarse en un punto de cruce, o en la expansión de una tercera vía entre las distintas corrientes de la literatura argentina de la última parte del siglo XX. Se sabe que Saer odiaba a Puig, a quien calificaba de autor de una escritura de modistillas, de folletin, de novela rosa. En la escritura de Pauls hay una clara fuente fijada en Saer, en esa tradición de alta cultura, pero a su vez una gran parte de su obra está dedicada a la novela de sentimientos. Una obra de síntesis, de reunión, de aquellas vertientes divididas entre lo apolíneo y lo dionisíaco que identificaba Bolaño en la conferencia La deriva de la pesada.

Esta novela cierra un arco en la obra de Pauls. Tiene muchos puntos en común con El pudor del pornógrafo, su primera novela, que escribió a los veintiún años. En las dos hay una historia de amor, o de enamoramiento, que sucede mediada, con obstáculos, a la distancia. En las dos hay un tratamiento particular de las consecuencias que la distancia tiene sobre los personajes y sobre la naturaleza de su relación. En ambas una relación de dos se convierte en un triángulo o en una forma delineada sobre más de dos puntos fijos. El pudor del pornógrafo es, como buena primera novela, el debut de sus temas. En La mitad fantasma esas obsesiones y ese tono se trabajan como una máquina puesta a agotar sus fuerzas. Esta novela, además, fue escrita en Berlín que significa, de algún modo, el regreso a un lugar de origen biográfico, el lugar en el que nació el padre de Pauls. ¿Hay, entonces, al menos un cierre de una etapa? Pauls reconoce cierto efecto de clausura y dice que, a partir de ahora, quizás le gustaría ser dj. Aunque también anticipa que está escribiendo algo que le parece distinto a toda su obra anterior, que se siente en un lugar cenagoso y que su relación con Berlín tampoco está clara.

H.A. Murena escribió que el escritor debía ser anacrónico, en el sentido originario de la palabra que designa el estar contra el tiempo. Agamben escribió que alguien verdaderamente contemporáneo es aquel que no coincide perfectamente con su tiempo ni se adecua a sus pretensiones, pero, justamente por esta razón, es capaz más que el resto de percibir y aferrar su tiempo. En el lugar en el que estas dos prescripciones se cruzan encontramos a Alan Pauls.