Anecdotario de un librero

Dicen, no lo puedo asegurar, pero dicen que Roberto Bolaño meó en el ángulo de este callejón llamado carrer de la Verge. 

Dicen, también, aunque desde luego no quedan evidencias, si es que alguna vez las hubo, que aquella acción natural de todo ser humano sucedió en una noche de juerga, cuando el autor que mucho más adelante escribiría Los detectives salvajes, quien por ese entonces vivía a pocas cuadras de donde hoy se encuentra esta librería, volvía del último bar de una ronda de bares. 

Vaya uno a saber cómo era esta calle por aquellos días. Si esto realmente pasó, imagino que Bolaño se desvió del trayecto de Joaquín Costa al pensar que la oscuridad de esta pequeña diagonal podía servirle para cometer el pecadillo ¿Quién podría juzgarlo? Tal vez el hombre no aguantaba más y era consciente de que no llegaría a su baño. 

Lo cierto es que Bolaño aquella noche al volver a su casa no se encontraba solo. Uno de sus amigos, con quien tengo buena relación, me indicó el lugar del hecho. “fue por acá”. Y agregó: “fue una meada larguísima, todavía la recuerdo. Yo hice lo mismo, pero antes, en otra calle, creo que en Ronda Universitat”. 

Se preguntarán entonces por qué no es posible confirmar que el escritor chileno meó en ese preciso lugar. Sucede que después de indicar el punto de descarga entre la pared y el suelo, el testigo empezó a dudar al observar el arco desde más lejos. “Ahora que lo pienso no estoy seguro que Roberto haya meado en esa esquina. Quizás haya sido en Robadors al salir del bar Marsella, o quizás fue en la Rambla del Raval”. Pero si la Rambla del Raval todavía no existía, le comenté. “Ahh. Es verdad. Entonces ni puta idea”. 

Lo importante es que Roberto Bolaño sin duda pasó por este pasaje, y más allá de que pueda haber meado o no en esa esquina, durante algunos años su vida en Barcelona transcurrió en estas calles. No busquen la marca de su meada como quien busca la mancha de sangre de Urquiza en una de las puertas de su palacio de Entre Ríos. No la van a encontrar. En cambio, recorran el barrio donde bajó para buscar algo de comer, el bar del que salió a tomar aire o a fumar un cigarrillo, el café donde desayunaba y las librerías que solía visitar. 

Muchos de estos sitios han dejado de existir. Pero otros nacen en esos mismos lugares, como esta librería, que trabaja para aumentar el recuerdo de este y tantos otros autores latinoamericanos, hayan meado o no por acá.