Anecdotario de un librero en el Carrer de la Verge

Latinstein no dijo nada acerca de cambiarse el nombre. En realidad, no dijo nada de nada. En el trayecto de mi casa a la librería le expliqué lo que son las milanesas. Creo que no lo entendió.

Pasamos por una heladería y se acercó tanto a la vidriera que su frente enorme de Parra chocó contra el vidrio. La gente que estaba adentro del local se asustó por el ruido, pero más por él. Eso me dio lástima. Vení Latinstein, le dije, vamos a otra heladería. Esta es una mierda.

¿Viste que Latinstina se cambió el nombre y ahora se llama Albertina? ¿A vos no te gustaría hacer lo mismo? Podemos pensar algún nombre canchero de escritor. Nicanor, por ejemplo, que encima llevás la cara de él. Ahora que lo pienso los escritores no tienen nombres tan copados como las escritoras. Mirá esto: Eunice, Marosa, Idea, Alfonsina. Pero bueno, tampoco tenés porqué elegir el nombre de un escritor. En Argentina y en Nápoles mucha gente le pone Diego Armando a su hijo en honor a Maradona. Ya te voy a hablar de él. Pero ni Diego ni Armando pegan con tu perfil. El segundo nombre de mi viejo es Jacinto y si tengo un hijo no creo que lo vaya a usar. ¿Qué te parece Jacinto?

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¡Latinstein decime algo! Alfonsina habla hasta por los codos desde el instante en el que abrió los ojos y vos no podés decir ni si ni no. Sos como un hijo para mí, ¿entendés?, y quiero que seas feliz, pero tenés que hablar, decir lo que pensás, lo que sentís ¿Qué sentís Jacinto?

Mmmmmuiggggggjjjheeeeeeeeeeeeeee

Tranquilo, no pasa nada. Hay genios de pocas palabras. A mí tampoco me gusta hablar mucho. Pero tenés que leer. Eso sí es importante. Cuando lleguemos a la librería elegimos alguna novela.

Mmmmuigggggggjjheeeeeeeeeeeeeeee

O mejor algún cómic.