“El presidente”, la ¿última? nueva novela de Aira

Inaguramos nuestro blog con una reseña de la lectura de “El presidente”, realizada por Jordi Carrión y Damià Gallardo el pasado viernes.

por Paula Vázquez (Directora de Lata Peinada)

César Aira sostiene que lo suyo es una “literatura literaria”, dicho de otro modo, una obra que puede valerse de todos los temas, lenguas y paisajes siempre y sólo si sirve a la propia literatura. Si seguimos dentro del esquema planteado por el pringlense nada nuevo podrá decirse de esta última novela, en la que el personaje principal es el Presidente de un país llamado Argentina, sale cada noche de la Casa Rosada, sede del gobierno pero también lugar de su residencia, un humilde cuartucho sin luz natural, para deambular en completo anonimato por las calles porteñas y es pobre como el que más. Pero, ¿puede un lector emanciparse de las claves de lectura que brinda el propio escritor sobre su obra?

En el calor de julio Jordi Carrión y Damià Gallardo llegaron a Lata Peinada para comentar “El presidente”, publicado en mayo por la mítica Editorial Mansalva.

El encuentro se abrió con una lectura de la primera página del libro: “No sólo en los cuentos orientales sucedían estas cosas. En pleno Occidente, y en un país tan descreído de magias y misticismos como la Argentina, su Presidente salía de incógnito por las noches, a mezclarse con el pueblo y palpar en persona sus dichas y sus penas…”

Carrión comenzó por recordar su primer encuentro con el escritor en una Buenos Aires post 2001. Fue el propio Aira quien le recomendó acercarse a un pequeño lugar en el que se reunía parte de la generación que renovó la literatura argentina y el arte en general, no sólo por sus propias obras sino por la reivindicación y el impulso de otros sobre los que las luces habían pasado de largo. Se trataba de “Belleza y Felicidad”, uno de esos lugares capaces de despertar la nostalgia propia de lo que no se conoció. En el recuerdo de Carrión surgieron nombres como Cucurto, Cecilia Pavón, y el fundador de Mansalva, Francisco Garamona.

A su turno, Damià Gallardo también comentó su primer encuentro con Aira, el pulso casi devocional que le causó su literatura desde la primera lectura –algo no usual- y la experiencia de entrevistarlo. Sobre “El presidente” se comentó el triángulo de personajes que integran las preocupaciones del protagonista, y que parecen reaparecer en el mismo momento: el pequeño birrete, un amigo de su infancia de origen humilde que se maravillaba por las comodidades de la casa de su amigo, una clase media que con el tiempo terminó por desplazarlo a la categoría de loco o muerto –en todo caso podrían ser la misma cosa- la Rabina, un personaje exótico, especie de amazona que en su adolescencia le abrió las puertas del placer sexual, y Xenia, su novia, dotada de un destacado don del pragmatismo y la eficacia, a quien encomendó la dirección de una pequeña despensa en un barrio periférico. Todos confluyen o parecen confluir en una conspiración de secuestros y cuando la reunión de las cosas parece llevarnos a un punto de estallido, lo que llega es el final.

Las opiniones de Jordi y Damià difieren sobre si se puede incluir la novela en el apartado del “mejor Aira” o no, pero ambos coinciden en que se trata de una novela crepuscular, de un escritor que “se ha cansado de su nombre” y está, quizás, haciendo un giro sobre sí mismo, ya sea para profundizar las obsesiones o dar algún último salto.

El público aportó otras anécdotas sobre falsos Airas escribiendo falsos correos electrónicos o apareciendo en presentaciones de sus libros gracias al photoshop y Carrión se extendió sobre la nueva generación de escritores argentinos, entre ellos Félix Bruzzone, a quien considera una especie de discípulo de Aira, sobre todo en la novela “Los topos”.

Bruzzone es hijo de desaparecidos y su obra siempre está vinculada a la acción política, aquella de la que es capaz la literatura. Su último libro es “Campo de Mayo”, que antes de publicarse en formato editorial fue investigación, crónica y conferencia performática, y cuenta el trajín atlético de un hijo que busca a su madre desaparecida en la última dictadura militar.

Durante el encuentro también se había mencionado, un poco al pasar, “Respiración artificial” de Piglia, como novela política publicada durante la dictadura, e incluso la dedicatoria –“A Haroldo Conti ¿in memoriam?- de otro clásico de aquellos años: Flores robadas de los jardines de Quilmes, de Jorge Asís.

Estas referencias me llevaron a intuir que quizás hubiese caldo para una pregunta acaso descabellada: ¿podemos pensar que “El presidente” es la primera novela política de Aira”? Tanto Jordi como Damià quisieron apresurarse a contestar por qué no y definitivamente no, claro que no. Pero me obstiné en un par de líneas que ahora anoto por acá:

Los argentinos tenemos dos figuras político institucionales en este momento, a nivel mundial. La de siempre, el presidente, y el ex Cardenal Bergoglio, el Papa Francisco, que gobierna el Estado Vaticano y la institución de la Iglesia Católica.

Porque la política me ha abandonado y la literatura ahora me hace más compañía, destaco apenas algunos rasgos de ambos líderes, los trato, en definitiva, como personajes.

El presidente que los argentinos nos hemos sabido conseguir es un empresario multimillonario, cuyas apariciones en público son siempre en espacios vallados o montadas como escenarios de series, con extras previamente contactados por su equipo y alejados de lugares de acceso al público. Por otro lado, son conocidas las “paradas” del Papa en sus recorridos para saludar niños o –como hace apenas unos días- tomarse un mate amargo que alguno logró convidarle. Además, el primer gesto político del Papa Francisco que recorrió los periódicos y noticieros de todo el mundo fue negarse a acudir a la zapatería de renombre donde es tradición confeccionar a medida el lujoso calzado papal, y conservar sus zapatos negros gastados que asoman debajo de su sotana siempre blanca y sin adornos, si están un poco embarrados, mejor.

Ahora, en la ficción: el presidente de Aira apenas sobrevive gracias a lo que saca de una despensa administrada por su novia, no tiene dinero para pagar el secuestro de su ex amante y en sus excursiones nocturnas para “fundir su corazón con la noche de los humildes” usa los mismos zapatos ortopédicos gastados desde hace más de diez años.

Jordi respondió que la idea parecía interesante pero luego reafirmó la clave de lectura total de la obra: en Aira todo es metaliteratura, los zapatos, la pobreza, la calificación de la actividad política, acaso puedan ser referencias a la coyuntura nacional que le llega a Aira por habitar el suelo argentino, pero sólo son utilizadas para los fines de construcción del personaje y, en definitiva, para el avance de la creación, que es lo que a Aira le interesa.

Por su parte, Damià recordó con razón que en Los Fantasmas también hay trasfondo político y sostuvo que en El presidente la política también está pero como cierta crítica al sistema social, en la figura del Pequeño Birrete y su destino, por ejemplo. Descartó que haya en la novela una posición política y menos aún una reivindicación concreta, porque en definitiva el personaje del presidente no hace nada, todo se diluye en sus obsesiones cotidianas y no en un verdadero afán de modificar la realidad para beneficio o en desmedro de sus gobernados.

El próximo octubre se celebrarán en Argentina las elecciones generales. Hay dos opciones que se disputan casi las mitades del electorado, junto a una creciente sensación que retoma consignas de aquél 2001 que dejó a millones en la pobreza: en la política, todos son iguales. En la segunda página de El presidente se lee: “Lo movía algo tan ajeno a la política como es el amor”.

Sobre el final de la charla alguien apuntó que la sola idea de que un presidente no haga nada es en sí misma una posición política. Después del festival de literatura de Berlín, al que Aira asistió en 2016, declaró: “Creo que la política no sirve para nada” y, también: “ya estoy resignado a que el pueblo me odie y a que sólo unos pocos me lean. El refinamiento es un camino de ida: una vez que uno apreció a Debussy, ya no puede apreciar la cumbia o el reguetón…”

Esa noche, después de compartir cervezas y las mejores hamburguesas del Raval, caminé a mi casa temporal en Barcelona y releí el texto que escribió Cecilia Pavón cuando se cumplieron veinte años de Belleza y Felicidad. Quizás fue el gesto oriental de la caminata lo que me llevó a encontrar una clave circular: “…estamos en 2019 y a veces podemos huir de la pesada tradición occidental y sentirnos orientales por un tiempo, (…) ponerle “Belleza y Felicidad” a un espacio de arte es de alguna forma sentirse como un emperador japonés deseándole todas las bendiciones posibles a su pueblo desde su palacio. Todo emperador debería desearle belleza y felicidad a su pueblo. ¿Y no debería todo artista ser como una pequeño esclavo que absolutamente poseído por la hibris está convencido de merecerse más de lo que lo que el destino le ha asignado?”

La nueva última novela de César Aira son tres novelas: “Pinceladas musicales”, “El gran misterio” y “Yo era una mujer casada”, en agosto, editadas por Blatt&Ríos.